miércoles, 13 de abril de 2011

Tardes de luz dorada

Queridos lulilectores...

Justo ayer por la tarde estaba yo en clase. No es un fenómeno insólito, ya que este año todas mis clases son por la tarde, pero ayer, por primera vez, fui consciente de "la tarde". Y adoré esa tarde. Solo ésa. Ninguna otra.

Me explicaré mejor.

Fue un día normal, como tantos otros. Quizá, incluso, un poco más pesado que de costumbre, porque me pasé toda la mañana haciendo un trabajo, solo hice una breve pausa para comer y, por la tarde, ya tenía clase otra vez. No me sucedió nada excepcional, ni para mal ni para bien. Estuve tranquilamente alternando ratos en los que atendía y ratos en los que no hacía nada (a veces me sucede, no me juzguéis mal xD).

Y, de pronto, sucedió. Hacia las siete, más o menos, entró por la ventana un cálido rayo dorado que nos bañó a todos los que estábamos en el aula y, automáticamente, nos sumió en una especie de placentera irrealidad, tan sólida pero, a la vez, tan lejana como un agradable recuerdo de infancia.

Digo lo del recuerdo de la infancia porque es justo como yo me sentí en aquel momento. Me vinieron imágenes a la cabeza de cuando yo era más pequeña e iba al colegio: las largas horas que, mientras había clase, miraba a través de la ventana, deseando que el tiempo pasara mas deprisa para poder salir pronto y jugar en la calle. La luz que yo veía en aquellos entonces, cuando ya empezaba a hacer calor, era la misma que ayer se coló de improviso por las rendijas de las ventanas del edificio de prácticas donde me encontraba. Una luz densa, metalizada y brillante, pero también cándida y extrañamente mágica, acompañada de un inconfundible aroma a azahar y brisa marina.

Esa luz me cautivó ayer, me trajo muchas imágenes olvidadas a la mente, y no pude menos que compararla con la luz de las tardes de verano, que tan especiales son para mí. Supongo que, si he de verme forzada a elegir, prefiero las tardes de verano, porque son maravillosas; pero tardes como la de ayer ocupan un alto puesto en el escalafón.

Ya sabéis que la primavera, la sangre altera.

Besazzos,

*Luli*

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