miércoles, 8 de febrero de 2012

Nieve que se disuelve

Queridos lulilectores...

Ayer por la tarde me puse muy contenta, no porque hubiese tenido un día excepcionalmente bueno, o porque algún chico guapo me mirara picarón, o porque una enorme y elegante bandada de pájaros pasara por delante de mi ventana a escasos metros, no. Cuando empezaba a anochecer, el cielo se encapotó y unas nubes grises y densas empezaron a dejar caer finos copos de nieve que se arrebolaban entre ráfagas de viento. Un tiempo feo, pero delicioso si se tiene en cuenta que llevo todo el invierno esperando el fenómeno ilusionada (e infructuosamente, como a mi pesar debo constatar).

Regresé a casa después de las clases y me deleité pisando la inmaculada nieve esponjosa que el breve temporal había dejado a su paso. Huella aquí, huella allá. Cras-cras-cras, haciendo ese ruidito cercano al crepitar cuando las botas se te hunden mientras paseas por encima de ella. Fui feliz, sonreí. Que dure, pensé.

Sin embargo, esta mañana me he levantado y, aunque la nieve seguía en su sitio, obediente y quietecita, un belicoso sol desplegaba sus rayos de luz por todo el cielo azul, como quien estira los brazos recién saltado de la cama y se prepara para la llegada de un nuevo día. Lo he mirado ceñuda, pero me he dicho: démosle una oportunidad, quizá dentro de poco las nubes se lo vuelvan a comer. Lamentablemente, no ha caído esa breva: empecinado e inflexible como un mulo tozudo al que tratas de amarrar, ha aguantado inquebrantable toda la jornada, bañándonos de calidez -dentro de lo que cabe cuando las temperaturas son negativas- a nosotros y a la nieve, que poco ha poco ha ido diluyéndose en lenta agonía.

De modo que hoy, al regresar a casa después de las sesiones lectivas, he mirado los restos de blanco que quedaban por las calles y caminos con sentimiento de nostalgia, y lo último que he pensado mientras me limpiaba el barro de los zapatos en la alfombrilla de la entrada ha sido: qué raro que en ocasiones un día de sol nos ponga más tristes que la peor de las tormentas.

Besazzos,

*Luli*