martes, 3 de mayo de 2011

Calor humano

Queridos lulilectores...

Vengo a hablar de lo desagradable que puede resultar el calor humano no buscado voluntariamente.

Volvía yo de clase, a horas tardías, cansada y hambrienta (aún no he cenado aunque, para lo que voy a cenar, lo mismo da, porque me he puesto a dieta), en el autobús. En la parada en la que me he subido había mucha gente, y el autobús también estaba repletito, así que no había mucho donde elegir: es uno de esos días en los que una no puede ser caprichosa si quiere sentarse, como es mi caso, porque tengo unos 35 minutos de trayecto que, de pie, se acaban haciendo pesados.

El caso es que me aposento al lado de un chico joven que, para qué negarlo, era un MALEDUCADO. Maleducado involuntario, que es peor, ya que se ve que lo lleva en su naturaleza y no lo hace solo por tocar un rato las narices. El tipo era, sin duda, voluminoso, y también iba bastante equipado, porque tenía una maleta de considerable tamaño a su lado, y una riñonera en el regazo; leía un libro. Lo que me ha llamado la atención es la manera en que estaba sentado: con las piernas bien abiertas, en una postura dejada y abusiva que no se corresponde con la formalidad y el toque impersonal del transporte público.

Es decir, que, aunque teóricamente iba sentado en un asiento solo, sus piernas abarcaban dos: el suyo y el mío. Yo me pensaba lo que cualquiera pensaría, que al sentarme a su lado, el muchacho se recogería un poco y se enderezaría, pues no. Me he equivocado. Dicho en otras palabras, más esclarecedoras, por cierto: yo se la traía bastante floja.

Así pues, ahí me veis: Luli espachurrada contra la ventana, conteniendo el aliento y notando en todo momento el terrible calor humano que las carnes de ese chico desprendían. ¡Habrá cosa más desagradable! Es que el calor humano es muy ambiguo: puede que te guste en determinados momentos, digamos, más íntimos (cuando estás con tu pareja, el abrazo de un amigo, una casta caricia paternal...) o, incluso, cuando hace frío, que no te importa arrimarte a cualquiera con tal de que tus dientes dejen de castañear.

Pero hay veces en las que no es nada divertido verte sometido al calor de una persona que no conoces de nada, como ha sido antes mi caso, y doy fe de que yo pugnaba por evitar que a cada giro brusco del autobús mis piernas rozaran las de ese sujeto. Pues ni por ésas. Aunque, tras esfuerzos y sudores (y posturas contorsionistas a la par que disimuladas), lograra escapar del contacto de semejante mole, su molesta aura seguía atosigándome, como cuando te acercas a un horno que arde a 200ºC y lo notas nada más entrar a la cocina. Vaya repugnancia.

Me pasa una cosa parecida con el dinero. Odio que alguien me pase monedas calientes, resultado de haber sido sujetadas durante minutos por una mano, o de haber permanecido en un bolsillo que toca la piel. El dinero, por su carácter superficial, que no conoce dueño, debería ser frío y fútil, pasajero, en representación al poco tiempo que conservamos un mismo billete, o una misma moneda. Me produce una sensación de disgusto que una moneda aún cálida llegue a mis manos. En seguida la paso a la cartera.

En fin, resumiendo: que menudo viajecito me ha dado el gordo que había a mi lado en el bus.

Ale, a otra cosa, mariposa.

Besazzos,

*Luli*

2 comentarios:

  1. Cuánto me he reído, Luli xD, y cuánta razón tienes. Sentir el calor humano de alguien no deseado es, cuanto menos, asqueroso, y ya ni te digo si ese calor desprende el olorcillo común de los transportes públicos llenos hasta los topes.
    Ay, es un descanso leerte cuando llevas horas estudiando Hª del Arte, pero me voy ya que no me sé ni la mitad y el Selectivo está a la vuelta de la esquina. Un beso, bonita y hasta la próxima entrada ^^

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  2. ¡Mett! Madre mía, qué gustazo verte de nuevo por estos lares! =)

    Juas, pues una cosa te digo: menos mal que el maromo no olía, por que si no, las llevaba claras... me hubiera bajado siete paradas antes con tal de no aguantarlo más (ésa es otra, encima el tío se bajó justo en la misma parada que yo -vamos, la última-, es que tiene narices la cosa...).

    ¡Selectividad! Jaja, cuánto tiempo, mi hermana también está ahora pasando por ahí. ¡¡Adoré Historia del Arte!! Muchísima suerte, Mett, seguro que lo sacas todo!! =)

    Kizzes,

    L.

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