lunes, 14 de febrero de 2011

Mi vecino de enfrente

Queridos lulilectores...

El jueves pasado descubrí que tengo un vecino en la finca de en frente.  Es decir, supongo que no es el único vecino que vive en ese edificio, pero os voy a hablar de él en concreto, porque ha resultado ser mi último hallazgo.

Todo surgió de la manera más espontánea: yo regresé a casa por la noche, porque había ido a cenar al piso de una amiga mía, y decidí asomarme un rato al balcón antes de ir a acostarme, porque hacía bueno (aunque no me pude quitar la chaqueta).

En eso que me quedo mirando al vacío (las calles, los escasos coches, los solitarios viandantes, las vías del tren, las luces de los edificios... en fin, al vacío) cuando, de pronto, detecté una luz delante de mí. "Ya no son horas para luces", pensé, distraída. Y mis ojos se toparon con la ventana iluminada, que tenía las persianas y las cortinas descorridas, con lo cual pude echar una ojeada a su interior.

Descubrí un escritorio y un flexo encendido, alguien se reclinaba para escribir de vez en cuando. La persona se me presentaba borrosa (soy bastante miope) pero, por la ancha sudadera gris que vestía, hubiera jurado que se trataba de un muchacho (aunque no terminé de distinguirle la cabeza). Me quedé largo rato mirando, pensando en que ese pobre chaval debía de ser un pringadete si, a mediados de febrero, todavía estaba de exámenes (que es lo que parecía, porque ya me dirás tú a mí qué hace una persona levantada a las tres de la mañana un jueves, y con el flexo encendido y con la atención puesta en un escritorio).

En mis ansias espiadoras marché con buen paso hacia mi habitación y regresé al balcón con unos prismáticos de esos de publicidad que se hacen con unos cartones y dos lentes de plástico. No es que aumentaran extraordinariamente la visión que yo tenía, pero algo sí que me pude acercar... aunque, justo en ese momento, la luz se apagó, y ya no se volvió a encender, por mucho que yo esperara. Pero tampoco las demás luces del piso, que es lo que más me extrañó (si fue al baño antes de acostarse para lavarse los dientes, digo yo que le habría visto, o algo...). Pues nada de nada, ahí se acabó mi aventura 007.

Sin embargo, tengo la ventana fichada, y ahora ya la miro cada vez que salgo de mi casa, desde la calle, o cuando tengo un rato libre en el salón... qué cotilla soy. Ya os contaré cómo sigue la aventura, y si puedo daros más detalles del extraño vecino empollón.

Besazzos,

*Luli* 

P.D.: ¿Por qué cuando quiero tranquilidad, tengo citas y encuentros cada día; y cuando estoy sola y quiero reunirme con la gente, nadie me llama? El mundo al revés, ¿soy la única a la que le pasa? No, ¿verdad?

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